Os hacemos llegar el articulo que nuestros amigos de ARE BUSINESS TODAY tuvieron a bien publicarnos en su entrega de la Semana 40 el pasado 5 de octubre de 2025
En su contenido del pasado domingo repasaron:
El panorama económico sigue en tensión: el Euríbor se resiste a bajar, la DGT aclara el IVA en los concursos de acreedores y el Supremo sienta un precedente decisivo para las comunidades de bienes hoteleras. En el terreno laboral, el periodo de prueba se dispara, abriendo el debate entre flexibilidad y fraude.
El burnout silencioso afecta ya a 9 de cada 10 profesionales, mientras los autónomos hallan en los seguros de salud un refugio fiscal y emocional. En el mundo digital, el SEO define quién crece y quién desaparece, y la batalla por la Inteligencia Artificial entre EE. UU. y China reescribe el futuro del poder global.
Y ahora si, aquí os dejamos nuestro articulo:
Ladrillo en Tensión: La Paradoja de un Mercado Inmobiliario en Récord
El mercado de la vivienda en España late como un corazón con dos ritmos opuestos. Uno, frenético, lleno de grúas que se alzan como estandartes metálicos en los horizontes urbanos y cifras que baten récords de inversión. El otro, cansado, con familias exhaustas que se topan con muros invisibles cada vez que intentan alquilar o comprar. Es la paradoja del ladrillo: una fiesta para unos pocos, un laberinto sin salida para la mayoría.

En 2024, las estadísticas parecían prometer un nuevo amanecer: más de 100.000 viviendas entregadas y 136.000 en marcha. Incluso la vivienda protegida, tantas veces olvidada, resurgió con un crecimiento del 62,4%, como si quisiera recordarnos que aún existe. Y sin embargo, ese empuje no basta. Porque mientras se construye, los precios siguen escalando montañas imposibles. En agosto de 2025, el metro cuadrado ya rozaba los 2.500 euros. En las grandes ciudades, esa cifra se traduce en una condena: quien no entra ahora en el mercado siente que mañana será demasiado tarde.
Las hipotecas, por su parte, juegan a la trampa. Sí, hay más familias firmando préstamos, concretamente un 25% más que el año pasado, pero las condiciones pesan como piedras en los bolsillos. Con un 2,94% de interés medio, cada cuota se convierte en una carga que obliga a renunciar a otras cosas y los españoles claramente no estamos acostumbrados a tales limitaciones de nuestro estilo de vida: unas vacaciones, un coche nuevo, a veces hasta a la tranquilidad.
No todos sufren, claro. Para los inversores, el ladrillo es oro macizo. No se evapora como las acciones, no se erosiona como los ahorros en tiempos de inflación. Es un refugio seguro y, además, rentable por partida doble: se gana con la revalorización y con unos alquileres que se disparan ante la escasez. Los promotores y constructores también celebran su momento. Las promociones vuelan, viviendas muchas veces vendidas antes de colocar el primer ladrillo, y los márgenes se mantienen firmes. Para ellos, el futuro sigue siendo un terreno fértil, a pesar de unos costes que no cesan en su ascenso y una administración que no termina de ser operativa ni ágil.
Pero fuera de ese entorno de confianza, la vida real se cuenta de otro modo. Los jóvenes se enfrentan a un muro casi impenetrable: para comprar, deben reunir entre un 30 y un 35% del precio total solo en entrada y gastos. Una suma que se convierte en la barrera que los mantiene en casa de sus padres mucho más allá de lo esperado. No es casualidad que la emancipación juvenil haya caído por debajo del 15%, un mínimo histórico que suena más a rendición que a estadística.
El alquiler, por su parte, se ha vuelto un terreno hostil. La oferta se reduce, los precios suben como globos al sol y encontrar un piso asequible es poco menos que ganar la lotería. La incertidumbre regulatoria ha empujado a muchos propietarios hacia el alquiler turístico, más rentable y con menos ataduras. El resultado es un mercado donde la estabilidad se ha evaporado y en el que la mudanza forzada se convierte en rutina para miles de familias.
Ni siquiera los constructores, que parecen estar del lado luminoso de la ecuación, lo tienen fácil. La falta de suelo finalista, la burocracia interminable y la escasez de mano de obra cualificada elevan costes y retrasan proyectos. Y sobre todo, la sombra de la inseguridad jurídica planea sobre el sector: leyes que cambian, normativas autonómicas que se contradicen, inversores que se lo piensan dos veces antes de dar el paso.
La conclusión es amarga. Mientras las gráficas brillan con cifras de récord y el ladrillo se presenta como el gran refugio del capital, la vivienda en ese lugar que debería ser el cimiento de la vida cotidiana se ha convertido en un lujo. Las estadísticas hablan de éxito, pero detrás de ellas hay jóvenes que siguen durmiendo en el cuarto que decoraron a los 15, familias que encadenan mudanzas como si fueran estaciones y barrios enteros que se transforman porque sus vecinos de toda la vida ya no pueden pagar.
El ladrillo brilla, sí, pero es un brillo frío, distante. Porque pocas veces una paradoja ha sido tan cruelmente visible: un mercado que toca el cielo… mientras deja a tantos a la intemperie.
Por Ángel Manuel Gómez
Fundador y Presidente de Be Real Inmobiliarias.